
En las afueras de Bangkok un espacio dedicado al mercadeo se debate entre el caos típico de una ciudad populosa, el refinamiento del creciente desarrollo y la espiritualidad compartida de varios credos.
Es sin duda una experiencia inolvidable del continente asiático y de Tailandia, en él no solo se venden artilugios sino también animales, plantas, ropa y comida. Los propietarios de los puestos saben bien que este es un destino turístico y por ello han desarrollado la amabilidad en el trato, pero no solo los turistas acuden a este peculiar centro comercial sino también los mismos ciudadanos que se encuentran allí buscando algún producto de antigüedad o simplemente ropa barata.
En el medio de tanto barullo, la persona que transita por allí descubre de repente un espacio dedicado al culto religioso. Un pequeño triángulo de apenas algunos metros en el que imágenes de Buda, Krishna o Brahma (por citar algunos) son veneradas en un clima de absoluto respeto.
Como todo lugar en el que mucho hay que caminar para recorrerlo todo, los puestos de comida se encuentran al frente como presagio de que en algún momento el hambre asaltará los estómagos de los clientes, ya sea al entrar o ya cuando estén dispuestos a abandonar el predio.